miércoles, 15 de octubre de 2014

Paréntesis. Viajar para estar vivos.



Viviendo en una montaña rusa. Así me siento. Con la certeza de que se lo que quiero escondida allá muy profundo donde ni yo misma puedo llegar a verla. Hoy leí que la clave de la vida es juntar todas nuestras pasiones, esas cosas que realmente nos mueven, en idear una forma de mezclar todo eso y poder convertirlo en nuestro modo de vida. Interesante, no? Y yo con ese apetito insaciable, esas ganas de seguir adelante, paso a paso. Porque conozco esas pasiones pero me falta un algo para terminar de ponerlas todas juntas. Y por otro lado, ese miedo del "no puedo" que siempre esta presente en nosotros cuando nos enfrentamos a un desafío. Junto con esas ataduras que hacen que tantas cosas sean distintas, y quizá no exactamente lo que queremos que sean. La incertidumbre de no saber donde vamos a estar mañana, esa que se muestra en forma de un cosquilleo raro en la punta de los dedos de los pies. Emociones nuevas. Un montón de emociones nuevas, de cosas chiquitas, bien chiquitas, que nos cambian la vida. Un antes y un después. Creo que esos están de moda, porque vienen cada vez más seguido. Cada día me encuentro con esas cosas, esas frases, esos lo que sea que me cambian la vida.
El cansancio de la nueva rutina, del tener que adecuarse, del seguir adelante todo el tiempo. El no saber que día es, que hora es, en que mes estamos. Siempre fui una adicta al reloj, y cuando llegué acá y al poco tiempo el reloj se me quedó sin pila casi que lo vi como una señal. Vivir sin tiempos que apremien, vivir más libres. Ahora que siento que tengo una fecha límite me siento apretada, oprimida. Desde que me puse a pensar en eso que tengo una sensación rara que no me abandona, que incluso me acompaña en sueños.

Viajar y estar de vacaciones no es lo mismo. Viajar es vivir, es aprender, es crecer, es ser. Viajar no es vivir de placer en placer, es romperse el lomo para seguir en movimiento, para seguir persiguiendo sueños, porque llegar acá fue cumplir el sueño... pero fue solo el primer paso. El sueño se vive y se cumple día a día. Se vive. Si, se vive. Desde que estoy acá que tengo una certeza hermosa que ilumina cualquier tipo de momento que me toque vivir, "estoy viviendo el sueño". Y quizá sea eso lo que haga que el mundo ahora me conozca de una forma distinta, porque en cada lugar al que voy, cada lugar en el que trabajo, siempre, pero siempre, me encuentro con el mismo comentario... el comentario sobre mi sonrisa. Tanto así que una vez escuché a una señora en un hotel donde laburaba referirse a mi como "the girl with the chunky smile". (Y eso que el laburo me parecía una mierda y para mi siempre estaba de mal humor, ja!) Y si, ¿cómo no vivir con la sonrisa pintada cuando se sabe lo duro que se trabajó para llegar acá? ¿Lo duro que es a veces vivir el día a día para seguir en movimiento?. ¿Cómo no tener la sonrisa pintada si estamos viviendo aquello que un momento pareció un imposible?
Estar lejos no es fácil. Nadie dijo que lo sea. Pero todas las riquezas del día a día, las experiencias ganadas, y cada lugar visitado hacen que valga la pena. No, no hace que sea más fácil, pero si le da al menos un cierto sentido. Las ganas de volver siempre están, pero tengo esa certeza de que cuando vuelva, voy a querer estar en movimiento una vez más. Pero... ya veremos.-


Y hoy se me vienen a la cabeza todas esas personas a las cuales en su momento, allá hace mucho tiempo les dije "estoy planeando irme a Nueva Zelanda". Todas esas personas que se rieron, que me creyeron loca, que me sonrieron con esa sonrisita de "pobre chica, mirá lo que pretende", de todos los que me dijeron "y a que te vas? a juntar kiwis?" "¿y con que plata pensas irte?" "¿y de que pensas vivir?". Todas esas personas que lo creyeron imposible... y no siento bronca, ni me enoja, ni me entristece... bueno, quizá un poquito me entristece, me frustra ver que el mundo está tan lleno de gente que perdió las esperanzas, las ganas de soñar. La gente no se da cuenta la fuerza que tiene un sueño, lo que es posible con tan solo desearlo. Y no digo con eso que cuando las queremos las cosas nos caen del cielo. No, todo lo contrario. Hay que pelearla a morir, hay que sufrirla, remarla en dulce de leche y seguir peleándola. Pero los sueños nos dan esa fuerza que se necesita para seguir adelante. Y sino mírenme a mí, acá, escribiendo desde Nueva Zelanda... ¿imposible? Jamás.