domingo, 9 de noviembre de 2014

Christchurch: La revancha perdida

Dejé esta historia perdida allá atrás en el tiempo... en un punto donde estaba planteándome si volver a casa o quedarme acá a la buena de Dios... como todo el que me conoce sabe, si, me quedé. Casi sin un mango, todavía sin laburo, perdiendo el boleto de vuelta y única oportunidad de volver a casa. Pero estaba decidida, vine acá para algo, y no me voy hasta lograrlo.

Así que junté ganas, fuerzas, ánimos, de todo... y empecé una nueva etapa. Empecé a trabajar en Insight Marketing como un agente de ventas independiente. ¿Qué quiere decir esto? Que solo ganas plata si sos bueno, que cobrás acorde a lo que vendes, que no hay un sueldo fijo... pero fue el trabajo que conseguí, después de 3 etapas de entrevistas estaba adentro, y a jugar se ha dicho!


Hoy en día mirando en retrospectiva creo que fueron días grises, pero toda experiencia nos fortalece y nos hace crecer.
Trabajé durante 6 semanas para la fundación Make a Wish, que se encarga de cumplir sueños a chicos con enfermedades de tratamiento de por vida. Están por todo el mundo, pero lo que nosotros recaudábamos iba destinado a chicos en Nueva Zelanda exclusivamente.


Un día de trabajo con Make a Wish

Me levantaba temprano a la mañana, y a las 8 arrancaba el día en la oficina, donde practicábamos los discursos con nuestros compañeros y nos asignaban un lugar donde trabajar (supermercados, shoppings, warehouse, etc) y un compañero. A las 10 más o menos estábamos instalados en el lugar con nuestro puestito y empezaba la odisea para parar a toda persona que pasara caminando y tratar de convencerlos de comprar un llaverito o un pin para ayudar a los chicos. Terminado el día volvíamos a la oficina a cerrar números, contar plata y demás, por lo que terminaba trabajando casi unas 10 horas al día.

La verdad es que podría hablar mucho al respecto, los pro y los contras, lo que me gustó de esta asociación y los negocios turbios que me pareció ver por detrás, pero creo que no hace al viaje. Prefiero quedarme con el buen recuerdo, con los buenos compañeros de laburo y los no tanto. Con todo lo que aprendí, que en definitiva fueron las herramientas que me abrieron las puertas cuando decidí renunciar para poder conseguir trabajo nuevamente, para ser más desinhibida, para salir a patear por el mundo sin importar el rechazo, sin importar lo que me dijeran, salir a golpear puertas hasta que alguien me diera trabajo.

Fueron 6 semanas muy largas de laburo, donde sufrí más de lo que disfruté, pero estoy convencida de que fue una experiencia de la que me llevo mucho. Hablar 8 horas por día con clientes en inglés me ayudó muchísimo también a mejorar con el idioma y tener más confianza en el mismo.
Pero no, creo que no recomiendo a nadie tomar un trabajo de este estilo cuando hay un abanico de posibilidades ahí afuera esperándonos. Fueron 6 semanas donde la plata no alcanzaba para vivir, donde mi hermano me pagaba el alquiler cada semana y yo trataba a la siguiente de pagar como podía mis deudas, donde cada día alguien me decía que renunciara, pero yo creía que podía hacerlo mejor, y lo hice. Pero en cuanto empecé a mejorar, empecé también a perder la fe en lo que hacía.


Llegó el día en que me convencí de que todo lo que nos decían era una mentira, que era mejor para los chicos que la gente haga una donación online a que nos compraran a nosotros un producto que terminaba siendo plata de comisiones para toda la cadena de gente involucrada en la agencia. Entonces un día les dije que no volvía más. Y me quedé desempleada. Otra vez.

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