domingo, 25 de enero de 2015

Trabajar en el Rydges, volver a nacer.

Empiezo a trabajar en el Rydges hotel donde luego de probarme por dos semanas me dan un contrato y al fin el trabajo es mío. Tengo contrato y trabajo asegurado hasta el final de mi visa, y eso significa que ya no tengo que preocuparme más por tener una fuente de ingreso, pero al mismo tiempo quiere decir que me veo anclada a Christchurch hasta el final de mi estadía. Tengo sentimientos encontrados, pero más que nada, siento que tomé la decisión correcta.

Hoy, luego de 3 meses y medio de trabajo en este lugar, puedo decir que estoy feliz y más que agradecida de haber tomado esta oportunidad y de pertenecer a la cocina del Bloody Mary's.

¿De que trata mi trabajo?

Soy básicamente lavaplatos pero también ayudante de cocina, las tareas van desde -obviamente- lavar platos, a llenar botellas de jugo, preparar comida en bandejas para hornear, mantener la cocina limpia y ordenada, hasta cocinar alguna que otra vez unos rolls, unas pizas, unos muffins o unos sánguches.

Empiezo trabajando con Paula, una señora super simpática que me enseña todo y me presenta a los mil chefs cada vez que aparece uno nuevo. Los primeros días -o semanas mejor dicho- me parecen una locura, hay alrededor de 12 o 15 chefs (ni siquiera puedo contarlos) y me es imposible recordar el nombre de todos, pero de a poco los empiezo a conocer... y hoy, son casi como mis hermanos.

Trabajo a la mañana por lo que estamos encargadas del buffet del desayuno (típico desayuno continental de un hotel, versión 5 estrellas), por lo que lavamos los platos durante la mañana temprano y a las 10am cuando el buffet termina nos llenamos de fuentes, ollas, bandejas y demás para lavar, ¡una locura! Algunos días también hay buffet para el almuerzo por lo que los días se convierten en un real caos. Amo mi trabajo, pero es un trabajo duro y muy demandante. El hotel está siempre súper ocupado y el ritmo de trabajo es agotador, pero a no quejarse, que me encanta.


Hago algunas horas extras con Holly trabajando principalmente en el Horncastle arena (un pequeño estadio), o en el museo de aviación donde siempre hacen grandes cenas para al rededor de 300 personas.

A las dos semanas de estar trabajando, mi compañera -Paula- se cae y se fractura la cadera, por lo que no puede trabajar más. Paso una semana trabajando sola donde creo que voy a morir aplastada por una pila gigante de platos, pero a base de trabajo duro casi esclavo, ¡sobrevivo!
Pero también, como todo lo malo tiene algo de bueno... el favorito de todos, ¡comida gratis!



La semana siguiente aparece mi nueva compañera de trabajo a quien aprendería a amar y odiar al mismo tiempo, Rosie. Una brasilera bajita y regordeta que no para de hablar y de cantar todo el día, y de reírse cual hiena del rey León. Algunas veces amo su buen humor y su despreocupación, pero otras odio su irresponsabilidad, su desastrosa forma de lavar platos y de que sigan asquerosos, y su vagancia crónica. 
Pero para compensar, esa semana también empieza a trabajar Denise, una chilena que entra como mesera y alegra siempre mis mañanas con una sonrisa, un café, una charla, o simplemente con su presencia.
 Con Denise en la fiesta de Navidad del hotel.
Café por la mañana <3

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