El tiempo pasó casi demasiado rápido, y para cuando nos
habíamos acostumbrado a estar ahí, para cuando sentía que amaba ese lugar,
nuestro tiempo en Eastpack llegó a su fin. Un mes luego de haber empezado nos
dijeron que la temporada terminaba, y ahí no más se terminó.
No más concursos de “Eastpack got talent”, no más cenas
comunitarias en la mesa de los latinos, no más intentar llamar a Hapikel con un
chiflido, no más charlas con Coni sobre cualquier cosa que nos cruzara la
mente, no más hacerle cara a los stackers, no más reírme con mis queridos
Vanuatus, no más correr entre las líneas, no más kiwis cayendo al piso en días
de mega producción, no más cerrar cajas, no más kiwis!!
Me llevo de este lugar una cantidad de recuerdos
impresionantes, me llevo gente guardada en el corazón. El anteúltimo día de
trabajo fue una fiesta. Los smokos (recesos) fueron más largos, tuvimos la
final del show de talentos donde ganó el grupo de mi supervisora con el show de
“Grader 1 divas”, tuvimos shows extra, música, baile y muchas risas. Tuvimos un
día agitado, produciendo muchísimo y donde me tuvieron corriendo de una línea
rápida a la otra
.
El último día fue una cosa totalmente distinta… la pack se
sentía vacía, las máquinas iban super lento porque nos estábamos quedando sin
kiwis y la producción fue muy poca. De a momentos el aburrimiento fue feroz,
pero aprovechamos para charlar entre nosotros, sacar muchas fotos y tratar de
aprovechar las últimas horas con toda esa gente que probablemente nunca
volveríamos a ver. Al final de la noche nuestra supervisora nos dio un pequeño
discurso de despedida, sacamos fotos todos juntos (que nunca logré conseguir) y nos despedimos…
Que fea que es la palabra despedida. Decirle adiós a alguien
siendo consciente de que no vas a volver a verlo hace que algo se te revuelva
adentro, que se te contraiga el estómago. Es una sensación tan extraña que
siquiera sabría describirla. Solo sabría decir que en ese momento se me puso la
piel de gallina y casi se me escapa una lágrima cuando me tocó despedirme de mi
querida Hapikel. Afortunadamente, las marcas que la gente nos deja en el
corazón nos acompañan de por vida.
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