Empezaron las vacaciones, empezó el viaje al sur, y nos dirigimos más que decididos hacia la aventura, hacia un destino incierto de unos diez días de viaje recorriendo lo más posible hasta llegar a nuestro destino final: Christchurch.
Primer parada:
Wairere Falls
Nuestro primer destino son unas cataratas cerca de Matamata
llamadas Wairere. Cargados con la vianda para el almuerzo, una botella de agua
y la cámara de fotos emprendemos el recorrido por un sendero entre medio del
bosque. Esta todo muy húmedo por las
lluvias que hubo durante toda la semana y algunas partes del camino incluso
están inundadas, pero seguimos adelante.
Como nos lo habían avisado, el camino está lleno de
escaleras… demasiadas escaleras. Es un camino todo en ascenso que nos deja sin
aliento y nos hace transpirar un poco a pesar del frío que hace. Llegamos al
punto panorámico donde se pueden ver a lo lejos las cataratas, y seguimos
subiendo.
El camino es parte barro parte arcilla, por lo que tenemos
que ir con cuidado de no patinarnos. Finalmente, después de menos de una hora y
media de ascenso llegamos a la cima de la catarata. Lo primero que vemos es que
llegamos a un río, y escuchamos la catarata a lo lejos, a medida que seguimos
el camino bordeando el agua nos acercamos al punto donde la montaña se corta, a
nuestro destino. A decir verdad, no es un paisaje tan impresionante, pero estar
ahí en el punto donde el agua cae en picada metros y metros hacia abajo, a mi
me hizo emocionar un poco.
Además, la vista desde arriba es impresionante.
Nos tomamos unos minutos para almorzar tranquilos y luego
emprendimos la bajada al trote tratando de minimizar tiempos ya que teníamos nuestro
próximo destino en la mira y no queríamos llegar tarde…
Segunda parada: Hobbiton
Una hora de viaje más tarde llegamos a Hobbiton, en
Matamata. La famosa comarca de Frodo y Bilbo del Señor de los Anillos.
Compramos las entradas y mientras esperábamos a que salga
nuestro tour nos dedicamos a mirar la tienda de regalos y emocionarnos con las
cosas geniales que vendían, y desilusionarnos con los exorbitantes precios de
todo. Por ejemplo, el bastón de Gandalf sale casi 300 dólares, mientras que el
anillo de Frodo sale unos 800 NZD (dólar neozelandés). Tranqui.
Aparece nuestro guía, un colorado rubión con una camisita
roja a cuadros y un marcado acento inglés con un poco de irlandés. Empieza a
hablar y tengo la sensación de que se clavó seis cafés a la mañana. El pibe
rebosa de energía y no para de hablar un minuto, contándonos todo lo que le habrán
enseñado y asumo que más también.
Subimos al micro y de pronto todo son praderas verdes
inmaculadas, subimos, bajamos, subimos, bajamos… y ahí está, La Comarca. En
medio de las colinas vemos a la distancia un montón de puertitas pequeñas y una
casa grande de techo de paja que viene a ser la taberna Green Dragon.
Llegamos hasta el lugar donde el micro nos deja y empezamos
el camino a pie recorriendo los distintos “agujeros” como le llaman a las
casitas de los Hobbits. El paisaje es hermoso, como se ve en la película a
nuestro alrededor son solo praderas perfectas, de ese hermoso e inolvidable
verde Nueva Zelanda. Las casitas son todas súper coloridas, con las puertas de
colores y todas decoradas con pequeñas macetas, plantas, mecedoras.
Hay casitas de distintos tamaños, pero en cada una todo está
perfectamente a escala, el detalle con el que está hecho es increíble.
Increíble el esfuerzo que se puso en crear el lugar y hacerlo lo más real
posible. Disfrutamos la excursión sacando fotos en todas las casitas posibles,
con el guía llamándonos al grito de
“Argentina!” todo el tiempo porque nos quedamos atrás y retrasamos al grupo.
Llegando a mitad de recorrido llegamos a la única casa a la
que se puede ingresar, para descubrir desilusionados que adentro no hay nada.
Esto no es para fanáticos!
Una de las atracciones principales es ver la casa de Bilbo,
infaltable el cartel en la puerta y la chaqueta roja colgando de costado en un
tendedero.
El recorrido se pasa quizás
demasiado rápido y llegamos a Green Dragon. El edificio está completamente
amueblado y funciona realmente como un bar. Nos regalan una cerveza, y como no
soy una gran fan de esta bebida, para ser feliz me compro un scon gigante de
queso. A decir verdad, y se que esto va a generar muchos reproches porque se
dice que es una de las mejores cervezas artesanales de la zona… no pude
siquiera terminarla.
El recorrido se termina y vamos
volviendo hacia el micro. Los detalles de cada casita, de cada planta, cada
escalerita en los árboles de ciruelas, cada prenda colgada en los tendederos,
todo queda grabado en mi memoria.
Llegando al final del recorrido y de esta entrada debo decirlo, no soy una gran fanática del Señor de los Anillos, no había visto las películas hasta una semana antes de venir para Nueva Zelanda que sentí que debía hacerlo. Pero Hobbiton es un sueño para los fanáticos, y un sueño para los que no lo son también. El lugar está perfectamente creado, nada librado al azar. El paisaje es maravilloso.
¿Valió la pena? Si, creo que si.
Tercer Parada: Turangi
Terminada la excursión retomamos
nuestro camino en la ruta y nos dirigimos a Turangi, un pueblo cerca de nuestro
próximo destino: el Tongariro. Llegamos de noche, con un frío que congela hasta
las entrañas y nos atiende un inglés medio loco que es el dueño del hostel y ni
bien le decimos de donde somos se pone a cantar “No llores por mí Argentina” y
parece no querer parar… Después de pasar un bueeen rato hablando y decirnos que
hay dos argentinos más en el hostel nos deja ir.
Gran sorpresa la nuestra cuando entramos a la cocina y nos encontramos
con el pelado!! Uno de esos dos argentinos era Andrés (el pelado), a quien
habíamos conocido pickeando en Te Puke, y el otro era Rodrigo, su amigo.
Arreglamos un par de cosas para
el día siguiente, armamos los sanguchitos para el almuerzo en la montaña y caemos rendidos en la
cama. Mañana será otro día.
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