domingo, 17 de agosto de 2014

Destino Sur: Y llegamos a Christchurch!

Último día de viaje. Salimos de Nelson temprano y recorremos un buen tramo de ruta antes de llegar a nuestro destino final. De camino paramos a almorzar en Kaikoura, en un fish and chips demasiado caro, cuya comida era demasiado aceitosa, y que no recomiendo... pero no estuvo tan mal. Después de un pequeño vistazo a la ciudad seguimos camino.

El último tramo para llegar a Christchurch es maravilloso. La ruta bordea la costa, a mi derecha la tengo a Jess al volante y a mi izquierda el mar, imponente, impresionante. Vemos playas de arena casi negra y agua turquesa, vemos focas al lado de la ruta y nos convertimos en nenes de 5 años super emocionados con juguete nuevo. Paramos a un costado y nos quedamos mirando como tontos. Tenemos que esperar como media hora hasta que Jess al fin se decide a que tiene suficientes fotos (unas 300 más o menos) y podemos seguir camino.


En lo que queda de camino vemos venados, ovejas, un complejo de casas del árbol, campos, montañas y finalmente un atardecer increíble que tiñe el cielo de naranja. Sin dudas un viaje inolvidable, lleno de paisajes para el recuerdo. Y finalmente llegamos.

Lo llamo a uno de nuestros nuevos compañeros de casa y me dicen que salieron de compras pero hay una llave esperándonos en un locker con contraseña. Encontramos la casa, encontramos el locker, encontramos la llave… pero la puerta no se abre.  Llamamos a los chicos y le preguntamos si probaron la llave, pero no se acuerda. Después de que todos probemos y lleguemos a la conclusión de que la llave no funciona, buscamos un plan b.

Hay dos opciones, esperar a que vuelvan los chicos, o usar el ingenio. Vamos por la segunda. Me encuentro con que hay una ventana y está ligeramente abierta, así que la termino de abrir y me meto como puedo. Caigo adentro de una habitación casi completamente a oscuras, a tientas encuentro la puerta, un pasillo y la puerta de entrada. Abro y le doy la bienvenida a nuestro nuevo hogar a Fede y a Jess. Estamos en casa.
Home sweet home.



domingo, 10 de agosto de 2014

Destino Sur. Wellington. Picton. Nelson

La mañana del 18 de junio partimos hacia Wellington. El viaje se hace medio largo, pero recorremos unos paisajes extraordinarios. Desde una estepa llena de amarillos y rojos, a árboles amarillos anaranjados hasta colinas y praderas de un verde espectacular. El clima es una locura: sol, lluvia, sol, llovizna, nubes, sol radiante y un cielo celeste, lluvia de nuevo.

Finalmente llegamos por la autopista a la gran ciudad y por un segundo me siento en Mar del Plata. El mar a un lado y millares de edificios del otro. Ni bien bajar de la autopista nos perdimos en una red de calles curvas, avenidas, calles sin salida y autopistas por todas partes. Llegar al hostel fue toda una hazaña, pero lo logramos.

Pasamos la tarde en el museo Te Papa donde disfrutamos de 2 horas recorriendo las exposiciones, perdiéndonos en el lugar y entre nosotros.






Luego de un intento frustrado de conocer los botanic gardens de noche (era una boca de lobo), volvimos al hostel. Cenamos fideos con manteca de parados, en cinco minutos y hora de dormir. Lo bueno, dormí como un bebé.

A las 7.30 de la mañana siguiente partimos para el ferry donde nos esperaba una cola gigante de autos esperando a entrar, momento en que nos cruzamos con Tomi y el Persa, dos de los chicos del Monte.
Tremenda emoción al entrar con el auto al ferry, como niños de nuevo! El ferry es un paraíso, como uno de esos hoteles lujosos con los que uno solo sueña con conocer en la vida real. Con la negra nos dedicamos a pasear por todas partes, pasamos un buen rato arriba mirando el paisaje, paseando por todos los pisos y buscando rincones nuevos. Todo el primer rato lo paso arriba en cubierta, y ni bien bajo la primera vez con el ferry en movimiento me doy cuenta que el mar no es lo mío, se me mueve todo y me siento horriblemente mareada, así que termino pasando el 90% del viaje caminando por cubierta con el viento helado revolviéndome el pelo.

A las 12 llegamos a Picton, una ciudad chiquita pero hermosa. Compramos fish and chips y nos vamos a comer a un banquito frente al mar bajo la sombra de una palmera. Sacamos un par de fotos, caminamos por el muelle, y es hora de seguir camino.

La ruta a Nelson es un camino sinuoso de montaña donde el sol nos da de frente todo el día, Fede maneja demasiado rápido, el Sol no nos deja ver nada, a nuestra derecha un precipicio y a la izquierda la montaña. No, no fue un viaje placentero. Fueron unas dos o tres horas de curvas y contracurvas furiosas que me dejaron con unas nauseas horribles y una sensación de pánico constante. Todavía no se como seguimos vivos después de eso, pero llegamos… Nelson es hermoso.
Recorremos un poquito la ciudad antes de que se haga de noche y tengamos que volver al hostel. La ciudad es hermosa, el hostel es hermoso.

 Amanece una vez más y es hora de ir a Abel Tasman! Se nos hace tarde como siempre, así que terminamos reservando un water taxi (experiencia altamente emocionante para mi persona) para las 12 del mediodía que nos lleva hasta una playa que es el paraíso mismo.
La arena es dorada, pero dorada de verdad, el agua es transparente y al mismo tiempo de un color turquesa que deja a cualquier con la boca abierta. No hay palabras para describir semejante lugar, ni fotos para hacerle justicia.


Desde ahí emprendemos una caminata por el medio del bosque que se convierte en un camino interminable. El paisaje es monótono, solo vemos el mar de a ratos y empezamos a ponernos los tres un poquito de mal humor. Hace frío, se nos esta haciendo tarde y tememos terminar el recorrido de noche.  Nos salva un poco la aparición de una frnacesa en el camino que nos cuenta unas historias impresionantes sobre familias enteras de delfines nadando en el horizonte, kiwis de verdad vistos en la naturaleza en medio de un campo de golf, y un millar de cosas más que nos hace ver que esa chica tiene una suerte particular para los eventos de la naturaleza. Además, nos da unos cuantos tips que nos terminan siendo muy útiles para el viaje!

Como era esperado terminamos el camino casi de noche, y volvemos super cansados al hostel. Pero la experiencia valió la pena.

Estamos a solo un día de distancia de Christchurch, chau vacaciones!

lunes, 4 de agosto de 2014

Destino Sur. Mi bella Rotorua.

Llega el domingo y amanecemos temprano una vez más. Empacamos por segunda vez en menos de una semana y salimos rumbo a Rotorua. La ruta nos recibe con un tremendo olor a huevo podrido y una neblina que hace que la visibilidad en la ruta sea casi nula, por ende nos dedicamos a imaginar como se vería la ciudad en un día normal.
Nuestro primer destino es Wai-O-Tapu, un parque geotermal en las afueras de la ciudad con lagunas de colores extraños, un geiser que activan con algo similar a jabón, y mucho pero mucho olor a podrido. Lamentablemente esta todo muy lleno de vapor y neblina y la visibilidad es bajísima, pero sin embargo disfrutamos de una mañana recorriendo formaciones extrañas de la naturaleza que nunca siquiera imaginamos que podríamos llegar a ver… o que podrían llegar a existir.


La segunda parada es en el hostel Rock Solid para dejar equipaje y seguir camino. Es medio tarde así que nos dedicamos a caminar por el centro, comer en un restaurant, tomar helado y pasar un rato al lado del lago mirando a los cisnes y las gaviotas.


El lunes temprano con Jess salimos a caminar un rato mientras Fede miraba el partido de Argentina en un barcito. Paseamos por los jardines del gobierno en las afueras del museo, un edificio super pintoresco y fotogénico, y nos encontramos de casualidad con un Ginko en el que paramos a sacar un millón de fotos.


Finalizado el partido volvimos al hostel y con Fede aprovechamos para hablar con skype con toda la familia que estaba reunida en casa, una felicidad enorme de poder verlos a todos juntos y charlar un rato con la familia!
La siguiente aventura se sitúa en la aldea maorí de Whakarewarewa. Llegamos justo a tiempo para ver un show de 6 maoríes bailando y cantando canciones típicas, incluyendo obviamente el haka. Para cerrar el show nos enseñan una canción sencilla con un baile, y después nos sacamos un par de fotos.


Volvemos a la entrada de la aldea para un tour guiado por una maorí súper buena onda que nos cuenta un millón de cosas sobre la cultura maorí que me dejan con ganas de aprender más y más. Nos explican la estructura de las casas maoríes que representan a una persona inclinada con los brazos abiertos, dando la bienvenida.
Me saco mi duda existencial de porque los maoríes usan tanto el rojo, enterándome de que dicho color representa la sangre, el linaje, y también la polinesia. Nos enseñan la forma en que cocinan la comida al vapor de las lagunas y nos dan de probar choclos (debo admitir que de solo probarlo me cayó muy mal y no lo pude comer, pero según los chicos estaban muy buenos).
En el camino de vuelta a casa pasamos por el museo nuevamente para sacar unas fotos de noche, y finalmente llegamos rendidos al hostel para una noche más de sueño lejos de casa.

Finalmente el martes es nuestro último día en Rotorua, esta ciudad hermosa que tanto me tiene enamorada. Pasamos la mañana en Redwoods por recomendación de una de las chicas del hostel, unos bosques alucinantes llenos de secuoyas y árboles gigantes.
Caminamos por este bosque hermoso con el piso cubierto de pinochas rojizas y hojas naranjas de fern (planta emblema de NZ), los árboles son todos altísimos y super imponentes. En un momento veo un árbol gigante y tengo la necesidad de abrazarlo… más tarde me enteraría de que era una secuoya de 600 años!!

El camino se desvía por un bosquecito que nos deja agotados y empapados, ya que a mitad de camino nos agarra una llovizna persistente. Corridas de por medio llegamos al final del camino y el sol sale una vez más.


Aprovechando el sol hacemos una recorrida por distintos lagos, primero el Okarewarewa, donde Fede olvida las luces del auto prendidas y nos quedamos sin batería por primera vez, teniendo que recurrir a ayuda externa (gracias a Dios Fede había comprado los cables antes de salir!).

La segunda parada es en los lagos Blue y Green,como el nombre lo dice, uno de ellos es un lago verde y el otro azul. Paramos en el punto panorámico donde se pueden ver los dos lagos al mismo tiempo y esforzamos la vista un poquito hasta encontrar la diferencia, jaja. A decir verdad esta un poco nublado y no se nota tanto, pero de todas formas la vista es muy linda.

El último lago es el Tarawera, donde Jess se hace amiga de un pato solitario y pasamos un rato sacando fotos y observando el horizonte.

 Nuestra última cena en Rotorua la pasamos con un alemán que venía viajando solo de vacaciones hacía mucho tiempo y estaba cansado de vivir a sánguches, por ende se nos une en una cena de arroz con pollo y nos comparte historias sobre sus viajes que escuchamos felices de la vida. Finalmente es hora de ir a dormir, mañana partimos hacia Wellington.

sábado, 2 de agosto de 2014

Pausa. 5 meses.

5 meses que se pasan volando bajo mis pies. 5 meses decorados con tantas experiencias que no me darían las páginas para contarlas todas, 5 meses que me llenan de nuevas experiencias, que me llenan la cabeza de nuevas ideas y nuevos pensamientos.

Durante 22 años y medio de mi vida viví siempre en el mismo lugar, la misma casa. Viajé por un par de días o semanas pero nunca más que eso...
En estos 5 meses visité más de 10 ciudades, me alojé en 6 backpackers, 2 holliday parks, 2 casas y un departamento, trabajé de 4 cosas distintas para 6 personas diferentes. Conocí a más personas de las que conocí en 22 años, hablé con más gente de la que podría imaginar. Conocí kiwis, maoríes, indios, bangladeshinos, malasios, alemanes, franceses, chilenos, cordobeses, vanuatus, filipinos, británicos, españoles, italianos, y más. Compré más ropa de la que me traje en la valija, llegué a ahorrar una cantidad de plata que nunca imaginé tener, y terminé en banca rota. Me compré un auto, aprendí a manejar del otro lado, lo choqué, y manejé de nuevo.
En 5 meses reí, lloré, me emocioné, sufrí, me sentí única, me sentí sola, me sentí invencible y me sentí rodeada de un millón de personas. Conocí más lugares de los que hubiera podido siquiera imaginar, visité lugares que me dejaron sin aliento y recorrí los paisajes más maravillosos.
En estos 5 meses amé la vida, amé cada detalle y amé cada segundo.

Hace 5 meses que no como una cucharada de dulce de leche, que no me pongo un par de tacos, que no salgo a un boliche como la gente hasta las 6 de la mañana. Que no veo a mis amigos de la vida, que no veo a mi familia, ni a mis mascotas. Hace 5 meses que extraño un millón de cosas, pero que me lleno de otro millón de cosas nuevas.
Hace 5 meses que no duermo en mi cama, que no me despierto los domingos escuchando a papá en el parque o cantando en la computadora, que no vuelvo de un largo día de laburo o facu y le cuento a mi vieja todo lo que hice en el día, que no escucho la voz de mi abuela reprochándome que no le doy bola, 5 meses sin que Javi me cuente sus historias sobre el Lol. 5 meses que no como un asado, que no comparto una cena en familia, que no recorro las calles de mi barrio. 5 meses sin subirme a un colectivo, sin tomarme un tren, sin ver el obelisco, sin pisar mi querida facultad.
Hace 5 meses que no acaricio a mi gata, que no juego con mi perra, que no tejo un amigurumi. 5 meses sin mis lanas, sin mis libros, sin mi ropa de todos los días, sin mi almohada.


Hace 5 meses que dejé todo, que guardé un pedacito de mi vida en un bolso y me tomé un avión por primera vez. 5 meses viviendo del otro lado del mundo, dejando que el corazón lata a un ritmo distinto, porque a pesar de que cada día es una maravilla, cada día es un sueño vuelto realidad y eso lo hace mágico, cada día mi corazón se despierta sabiendo que su lugar está a más de 10 mil kilómetros de distancia.