domingo, 10 de agosto de 2014

Destino Sur. Wellington. Picton. Nelson

La mañana del 18 de junio partimos hacia Wellington. El viaje se hace medio largo, pero recorremos unos paisajes extraordinarios. Desde una estepa llena de amarillos y rojos, a árboles amarillos anaranjados hasta colinas y praderas de un verde espectacular. El clima es una locura: sol, lluvia, sol, llovizna, nubes, sol radiante y un cielo celeste, lluvia de nuevo.

Finalmente llegamos por la autopista a la gran ciudad y por un segundo me siento en Mar del Plata. El mar a un lado y millares de edificios del otro. Ni bien bajar de la autopista nos perdimos en una red de calles curvas, avenidas, calles sin salida y autopistas por todas partes. Llegar al hostel fue toda una hazaña, pero lo logramos.

Pasamos la tarde en el museo Te Papa donde disfrutamos de 2 horas recorriendo las exposiciones, perdiéndonos en el lugar y entre nosotros.






Luego de un intento frustrado de conocer los botanic gardens de noche (era una boca de lobo), volvimos al hostel. Cenamos fideos con manteca de parados, en cinco minutos y hora de dormir. Lo bueno, dormí como un bebé.

A las 7.30 de la mañana siguiente partimos para el ferry donde nos esperaba una cola gigante de autos esperando a entrar, momento en que nos cruzamos con Tomi y el Persa, dos de los chicos del Monte.
Tremenda emoción al entrar con el auto al ferry, como niños de nuevo! El ferry es un paraíso, como uno de esos hoteles lujosos con los que uno solo sueña con conocer en la vida real. Con la negra nos dedicamos a pasear por todas partes, pasamos un buen rato arriba mirando el paisaje, paseando por todos los pisos y buscando rincones nuevos. Todo el primer rato lo paso arriba en cubierta, y ni bien bajo la primera vez con el ferry en movimiento me doy cuenta que el mar no es lo mío, se me mueve todo y me siento horriblemente mareada, así que termino pasando el 90% del viaje caminando por cubierta con el viento helado revolviéndome el pelo.

A las 12 llegamos a Picton, una ciudad chiquita pero hermosa. Compramos fish and chips y nos vamos a comer a un banquito frente al mar bajo la sombra de una palmera. Sacamos un par de fotos, caminamos por el muelle, y es hora de seguir camino.

La ruta a Nelson es un camino sinuoso de montaña donde el sol nos da de frente todo el día, Fede maneja demasiado rápido, el Sol no nos deja ver nada, a nuestra derecha un precipicio y a la izquierda la montaña. No, no fue un viaje placentero. Fueron unas dos o tres horas de curvas y contracurvas furiosas que me dejaron con unas nauseas horribles y una sensación de pánico constante. Todavía no se como seguimos vivos después de eso, pero llegamos… Nelson es hermoso.
Recorremos un poquito la ciudad antes de que se haga de noche y tengamos que volver al hostel. La ciudad es hermosa, el hostel es hermoso.

 Amanece una vez más y es hora de ir a Abel Tasman! Se nos hace tarde como siempre, así que terminamos reservando un water taxi (experiencia altamente emocionante para mi persona) para las 12 del mediodía que nos lleva hasta una playa que es el paraíso mismo.
La arena es dorada, pero dorada de verdad, el agua es transparente y al mismo tiempo de un color turquesa que deja a cualquier con la boca abierta. No hay palabras para describir semejante lugar, ni fotos para hacerle justicia.


Desde ahí emprendemos una caminata por el medio del bosque que se convierte en un camino interminable. El paisaje es monótono, solo vemos el mar de a ratos y empezamos a ponernos los tres un poquito de mal humor. Hace frío, se nos esta haciendo tarde y tememos terminar el recorrido de noche.  Nos salva un poco la aparición de una frnacesa en el camino que nos cuenta unas historias impresionantes sobre familias enteras de delfines nadando en el horizonte, kiwis de verdad vistos en la naturaleza en medio de un campo de golf, y un millar de cosas más que nos hace ver que esa chica tiene una suerte particular para los eventos de la naturaleza. Además, nos da unos cuantos tips que nos terminan siendo muy útiles para el viaje!

Como era esperado terminamos el camino casi de noche, y volvemos super cansados al hostel. Pero la experiencia valió la pena.

Estamos a solo un día de distancia de Christchurch, chau vacaciones!

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