lunes, 30 de junio de 2014

Tiempo de Cosecha.-

Pequeñas cosas

Aprender a apreciar las cosas pequeñas nos hace sumar alegrías chiquitas a la vida cotidiana, que sumadas, terminan generando una sensación de felicidad que puede perdurar por siempre si tan solo procuramos seguir alimentando nuestro alma con aquellas pequeñas cosas.
Pequeñas cosas como la luz filtrándose entre las hojas de las parras en un día cualquiera de trabajo.


Pequeñas cosas como un perro que nos hace compañía mientras estamos trabajando y corretea a nuestro lado cazando los kiwis que se nos escapan de las manos y terminan en el piso, o trayéndonos una rama para que le juguemos un rato.


Pequeñas cosas como la risa de nuestra compañera de viaje y de vida en una salida inesperada con amigos.


Pequeñas cosas como una comida deliciosa igualmente inesperada al ir a visitar improvisadamente a un grupo de amigos que conocimos por el camino. Como pasar una tarde de risas en un almuerzo tardío a las 5 pm.



Pequeñas cosas como salir a caminar y encontrarte con una de esas plazas que tanto te gustan y esperar a que no haya niños cerca para treparte un rato.



Pequeñas cosas como descubrir detrás de esos juegos un skate park con un millón de niños pequeños jugando felizmente. Pequeñas cosas como sentarte a observar el mundo y pensar en lo maravilloso que hubiera sido gozar de una infancia con esa libertad, de lo maravilloso que podría ser criar a tus propios hijos en un ambiente semejante.

Pequeñas cosas como ponerte a charlar con los pequeños, como hacerte amiga de una nena de 6 años que de pronto te dice que sos su mejor amiga por siempre y para toda la vida. Pequeñas cosas como que la nueva mini mejor amiga de tu mejor amiga intente enseñarte a andar en monopatín y termines tirada en el pasto riéndote a más no poder. Pequeñas cosas como una pequeña de 6 años recreando la situación en la cuál patéticamente intentaste aprender a andar en monopatín y bajaste por una rampa con muy poco éxito.


Pequeñas cosas como ir a una ciudad nueva, encontrarte con un parque de diversiones cerrado y sentirte como una nena de 5 años correteando emocionada entre los juegos.

 Pequeñas cosas que te alegran el corazón.


Tauranga
Nuestro paseo por Tauranga empezó en un parque donde habían montado un pequeño parque de diversiones que tristemente para mí estaba cerrado, así que después de recorrerlo un poco seguimos camino internándonos más en el parque y encontrándonos con esas cosas que me encantan. Una fuente gigante, una estatua de un huevo haciendo el haka y más juegos de plaza!!! Este país me tiene más como una nena de 5 años de lo normal, los juegos de este país son tan maravillosos que no dejo de sorprenderme!



Volviendo al auto disfrutamos del atardecer sobre el mar, de las gaviotas y de la llovizna suave sobre la cara.



 Pocos días más tarde retornamos a esta bonita ciudad y recorrimos el centro, donde nos encontramos con dos de los pianos de “Play me” como el que habíamos visto Napier.


Un mensaje de Mana nos llevó hacia una plaza donde se conmemoraba el 150 aniversario de la batalla de Gate Pa y la inauguración de la ciudad o algo similar. Y como esta entrada está llena de fotos, acá van par más. Presenciamos a una banda tocando en vivo, visitamos una iglesia, y recorrimos una exposición de arte sobre la batalla.


Llegada la noche fuimos a la playa a hacer un fogoncito y disfrutar de la playa durante un ratito antes de ir a dormir y retornar a la realidad.



 Cosechando kiwis…
Las cosas al fin mejoran y tenemos una semana de trabajo casi constante. Nuestro contractor nos dice que no va a haber trabajo por unos días, así que una amiga nos consigue trabajo en otro lugar donde terminamos cayendo en una de las mejores orchards a las que he ido. A la hora del almuerzo nos espera una mesita con agua caliente para prepararnos té, y a la hora de la merienda además de eso nos espera café, leche, y un plato lleno de los scons caseros más ricos que he probado en mi vida! Una vez se termina el plato, una viejita –dueña de la orchard- sale de la casa con otro plato lleno para seguir deleitándonos. Es uno de los días más felices desde que estoy en este país. Volvemos a casa con unas sonrisas enormes disfrutando del hermoso paisaje de regreso.

En nuestro segundo día de laburo nos toca una orchard tan cerca de casa que tenemos la posibilidad de ir caminando. El supervisor que nos toca tiene la mejor onda, y al día siguiente que vamos a trabajar en el mismo lugar decidimos comprar pizas para todos que el tipo amablemente se ofrece a pagar. Pequeñas cosas.
Los siguientes dos días son durísimos a nivel físico y quizás también mental. A la noche hay una fiesta latina a la cuál no nos podemos resistir a ir, por lo que después de pasar por la casa de las chicas un rato vamos hacia el centro de Tauranga a “La Casa”. La fiesta es buena, con la negra bailamos un buen rato y a las 3 de la mañana volvemos a casa. Nos terminamos durmiendo a las 4 am, y a las 7 ya estamos arriba para ir a pickear por producción. Nos toca un grupo buenísimo y combatimos contra el sueño y nos alentamos los unos a los otros. Logramos trabajar 8 horas y ganar una cantidad de plata más que considerable, nuestro mejor día desde que empezamos a pickear hace ya más de un mes y medio. Desbordamos felicidad.

Volviendo a casa nos llega un mensaje de Mati invitándonos a comer unas pizas. Cuando llegamos a casa ya nos esta esperando, me manda a pegarme una ducha y cuando salgo vamos al super a comprar todo lo que necesitamos. Llegamos a la casa de los pibes, me mantengo despierta lo suficiente para preparar la masa y digo la mentira más grande de todas “Mati, te robo la cama y vuelvo en 15 así terminamos”. Cuando me levanto la casa está repleta de gente comiendo unas pizas que resultan estar espectaculares. Mi colaboración termina no siendo mucha, pero no queda duda de que Mati es totalmente capaz de hacer unas pizas excelentes por si solo, y todos están más que felices con la comida. Otra noche para el recuerdo.
A fin de cuentas nos terminamos acostando pasada la una de la madrugada y solo dormimos 5 horas. El día siguiente de pickeo es lo más duro que puede existir. Luchando contra el sueño y el dolor muscular logramos trabajar casi otras ocho horas y dar lo mejor de nosotros. Descubro que no hay límite, que si se quiere se puede, que es una cuestión de actitud, de quererlo. El trabajo es duro, durísimo, pero si hay voluntad para seguir adelante no hay nada que nos detenga.
Llego a casa con la fuerza suficiente para ver el principio de despicable me 2, de pegarme una ducha y caigo rendida en la cama a las 8 de la noche. Me despierto a las 11pm y no logro ni cambiarme, solo atino a meterme adentro de las sábanas y seguir durmiendo. Gracias a Dios al día siguiente llueve y podemos dormir hasta tarde.
A la tardecita nos caen visitas (Mana, Jose, Eli y Gastón), Faca hace tortas fritas, el galle prepara unos mates, y la vida sigue siendo hermosa y feliz. Tenemos amigos, tenemos un millón de pequeños momentos, pequeñas cosas. Somos plenos.

domingo, 29 de junio de 2014

El paraíso de las Mc Larren Falls.-

-Los hechos y/o personajes de esta historia pueden haber sido ligera y no tan ligeramente modificados, pueden no haber ocurrido exactamente como fueron relatados o no haber ocurrido en absoluto. Esto no reduce bajo ningún punto de vista lo maravilloso del lugar, el cuál es realmente espectacular La descripción de los paisajes es 100% fiel a la realidad.-

Llego a este punto y soy consciente en primer lugar de que hay mucho por decir de este lugar espectacular, y en segundo lugar de que voy a subir una cantidad considerable y quizás exagerada de fotos para que puedan al menos sentir un poco de lo que pude ver en este lugar. O será quizás que había demasiadas vistas espectaculares que merecen la pena ser vistas. Soy consciente también de que esta va a ser seguramente la entrada más complicada que me ha tocado escribir (quizás también la más larga, pero creo que valdrá la pena), así que acá vamos, manos a la obra… o al teclado…

Un paseo a las Mc Larren Falls
Sabiendo de antemano que íbamos a tener otro día libre debido a un feriado, planificamos pasar el día en unas cataratas que no quedan muy lejos de casa, las Mc Larren Falls. Nos levantamos temprano y cerca de las 11 de la mañana salimos con Fede, Jess, el Galle y Sebas (el arqui) en nuestro hermoso Honda Accord camino a las cataratas con la promesa de grandes paisajes durante la tarde y para la noche, el gran espectáculo de los glow worm (como el nombre lo dice, unos gusanos que brillan en la oscuridad!).
Luego de perdernos un poco en el camino finalmente llegamos a las tan esperadas Mc Larren Falls! Nos bajamos del auto felizmente en la primera parada, donde nos esperaban una serie de cataratas bastante lindas… ¿lindas? Y bueno, no se que calificativo se le da a una catarata, pero digamos que no estaban mal.



Ahí no más el espíritu aventurero de la familia hizo mella en Fede que quiso cruzarlas hasta el otro lado para sacarse una buena foto, y como no puedo sentirme menos, emprendimos la mini aventura de saltar entre las piedras e intentar no matarnos en el camino. Por suerte todo salió acorde al plan, y acompañados por Seba llegamos al punto perfecto para una buena foto.


Satisfechos con el resultado y apurados por las primeras gotas de lluvia volvimos sobre nuestros pasos saltando entre las piedras y sobre las aguas correntosas y terminamos corriendo hacia el auto para refugiarnos de la lluvia que de un momento a otro nos cayó encima. Sol, lluvia, calor, frío. Nuestro día pasó por todos los climas de un segundo al otro. Una vez en el auto seguimos camino hasta el siguiente estacionamiento cerca de “la catarata” y de los gusanos fluorescentes donde nos recibió un día nuevamente soleado y hermoso.
Y es aquí quizá donde empieza realmente la aventura. Luego de analizar un rato el mapa, ver donde estábamos y a dónde íbamos decidimos agarrar el camino que iba hasta la catarata primero y desviarnos después hacia un supuesto “view point”, es decir, un lugar con una vista linda, para volver sobre nuestros pasos e ir a ver los gusanos brillantes al final del recorrido.
Previo a que esto realmente sucediera, tuve que desviarme por la primera vista del día que realmente me llamó la atención, así que celular en mano (lamentablemente no tengo cámara de fotos) me dispuse a sacar la primera buena foto del día.

Y ahora sí, empieza nuestra aventura. Una caminata que suponíamos duraría unos 10 o 15 minutos y terminó tomándonos todo el día… Aquí vamos!

Hora de la Aventura
Junto con Jess, Fede, el arqui y el Galle tomamos el camino de tierra internándonos en lo que de pronto se convirtió en un paisaje selvático lleno de verdes de todos los tonos imaginables, plantas de todos tipos, hongos extraños y sonidos de animales y bichos que nos acosaban desde los lados del camino.

Pasados 10 minutos de caminata llegamos a la tan esperada catarata, un cantidad inimaginablede agua cayendo junta desde un punto alto en la montaña, formando a sus pies una pequeña laguna que se filtraba entre las rocas transformándose en un riacho que corría todo a lo largo del camino. Arriba a lo lejos un claro formado entre los millones de plantas que adornaban todo a nuestro alrededor dejando ver un pequeño pero hermoso pedazo de cielo celeste adornado con algunas nubes grisáceas.

Una vez admirado el paisaje seguimos por el camino hacia el view point donde luego de unos metros nos encontramos con una subida quizás demasiado embarrada. El suelo era mayormente arcilla por lo que estaba bastante resbaladizo. El primer valiente fue el galle, que pudo atravesar nuestro primer obstáculo de forma eficiente y llegar hasta el otro lado. Patinadas de por medio y un par de manos de ayuda para las damas fue que logramos llegar todos hasta arriba… solo para caminar otros 10 metros y descubrir que el camino estaba derrumbado adelante nuestro!! En este punto del camino nos debatimos si seguir adelante internándonos en el traicionero bosquecillo selvático lleno de extrañas criaturas, o si retornar por el resbaladizo barranco de barro que nos llevaría a una patinada segura que dejaría nuestras zapatillas y traseros completamente embarrados.
La decisión fue difícil, pero creímos que nuestra dignidad y orgullo estaban en juego por lo que decidimos mandar a un valiente a analizar el camino por delante. Así fue como Fede se internó en el bosquecillo arriesgando su vida por nosotros, para retomar el camino más adelante y correr camino arriba para averiguar lo que había más allá. Esperamos con Jess, el galle y Sebas del otro lado del camino nerviosamente mientras los minutos pasaban lentamente. Fede no volvía.

Gritamos su nombre, pero Fede no respondía. El tiempo seguía pasando, el reloj seguía con su tic tac incesante y nos ponía cada vez un poco más nerviosos. Escuchamos pasos a lo lejos, y vimos a Fede volver corriendo por la curva por la cuál había desaparecido. Por un momento imaginé que un dinosaurio iba a aparecer corriendo atrás suyo, pero eso nunca pasó. Con el aliento entrecortado nos gritó desde el otro lado que teníamos que ver lo que había más allá (bueno, quizás solo dijo que no era la vista más impresionante del mundo pero que estaba bueno). No lo pensamos dos veces, y uno a uno fuimos pasando por el bosquecito agarrados de ramas y plantas para no caer en el devastador precipicio que auspiciaba una muerte segura. Llegamos del otro lado, pero no sin perder a un fiel amigo. Me tomo en este momento un minuto de silencio por nuestro fiel compañero Leverbush, un alemán que conocimos en el camino y tuvo la arriesgada idea de seguirnos. Su futuro no fue tan bueno como el nuestro, y en la arriesgada tarea de cruzar el  precipicio Leverbush se patinó y lo vimos descender en una caída devastadora. Descansa en paz amigo, siempre te llevaremos en nuestros corazones.

….1 minuto….

Luego de un par de lágrimas y palabras de despedida por nuestro amigo seguimos por un camino zigzagueante rodeados de más y más selva hasta que fuimos cegados inesperadamente por la luz de un sol incandescente. Una vez que nuestros ojos pudieron acostumbrarse a la luz, apreciamos el paisaje más maravilloso que hubiéramos podido imaginar, verdes colinas desplegándose hasta el horizonte, decoradas por grupos de árboles que se elevaban intentando llegar hasta el cielo. Un cielo de un celeste brillante y pálido al mismo tiempo, salpicado por doquier por nubes grisáceas que auguraban nuevamente una tormenta.





Decisiones nuevamente. Volver sobre nuestros pasos o internarnos en la pradera buscando nuevos horizontes. La respuesta fue sencilla, y como buenos aventureros nos internamos en lo desconocido. Corrimos colina abajo hasta llegar a una zona de acampada con un mapa que nos indicaba que el río estaba cerca, por lo que seguimos corriendo colina abajo en busca del mismo.
Curiosos como somos, fuimos distraídos por un cartel que rezaba “Rotary Grove” y como buena hija de rotario tuve que tomarme el tiempo de investigar de que se trataba, y nos encontramos con lo siguiente:


Pasado el momento cultural llegamos al río, donde el sol pegaba con furia y fuimos sacudidos por una ola de calor que nos obligó a terminar tirados en el pasto en maya tomando mates y comiendo galletitas. Vale aclarar que no habíamos almorzado, por lo que estábamos famélicos y el único paquete de galletitas desapareció tan rápido como el clima decidió volver a cambiar drásticamente. Una nube enorme tapó el sol trayendo un frío descomunal que nos obligó a abrigarnos con todo lo que teníamos y ponernos en movimiento. Nuestros efímeros 10 minutos de sol fueron de todas formas maravillosos e inolvidables.
Nuevamente los dilemas. Parados frente al río nos encontramos con la decisión de tomar el camino hacia la derecha –que nos llevaba de vuelta al auto- o a la izquierda –que nos llevaba a lugares desconocidos-. A esta altura ya sabrán que la decisión de estos aventureros fue obvia. A internarse en lo desconocido!

Tomamos un camino que bordeaba el río y quedamos boquiabiertos al admirar como los rayos de luz que se filtraban entre las nubes de rato en rato convertían el agua en un espejo gigante decorado por árboles anaranjados que surgían como de la nada misma.

Unos metros más adelante, aún boquiabiertos por la espectacularidad del paisaje, llegamos a una playita miniatura de arenas blancas acompañada de un diminuto monte verde con un único árbol, un banquito de plaza, y un millón de patos que decoraban toda la superficie, tanto en la tierra como en el agua. Tanto en el horizonte como en el medio de la laguna formada por un ensanchamiento del río se encontraban más de esos peculiares árboles anaranjados que convertían el lugar en un verdadero paraíso.
Para terminar de convertir el momento en algo mágico, se nos acercaron dos cisnes negros a los cuales les agradaban mucho las cámaras y la compañía humana, por lo que nos permitieron tomarles fotos amablemente.




Cruzando un puentecito de madera seguía el camino bordeando el río internándose más adentro en este parque que ya tan maravillados nos tenía.

Dimos una vuelta enorme por paisajes siempre hermosos, pasando por una zona selvática al mejor estilo Jurasic Park donde creímos escuchar criaturas salvajes asechándonos desde la oscuridad de la tupida selva, para terminar una vez más en el mismo punto de antes: el puentecito frente a la laguna de los patos. Allí mismo tuvimos una disputa dado que se nos presentaba la encrucijada de dos caminos distintos que nos llevarían –supuestamente- al mismo lugar de donde habíamos partido. Terminamos separándonos en dos grupos: Fede y el galle por un lado, siguiendo un camino de pavimento, y Jess, Sebas y yo por el otro, volviendo sobre nuestros pasos y bordeando el río hacia el otro lado.
Desconozco las aventuras que habrán pasado los muchachos, pero debo decir que no me arrepiento para nada de la decisión tomada. En mi vida he visto posiblemente un paisaje tan hermoso como el que pude apreciar retornando sobre nuestros pasos y más allá. Pasado el punto sobre el cuál nos habíamos detenido a tomar sol momentos atrás nos encontramos con un caminito que rodeaba la laguna un metro por encima del agua, bordeado por altos pastos, repleto de familias de patos y cisnes que revoloteaban sobre el agua y se zambullían.

Creería que ya nada podía sorprenderme, pero fue allí donde un árbol de hojas anaranjadas llamó mi atención. La vista era impresionante, el reflejo del sol sobre el agua realizando un juego de luces magnífico, las hojas anaranjadas danzando en el viento. Pero lo que más llamó mi atención fueron las raíces. Un grupo enorme de pequeñas protuberancias que parecían querer escapar de la tierra hacia la superficie que me recordaron a los espíritus del bosque de “la princesa Mononoke”. Hubiera creído que estoy loca si no fuera porque en el momento en que ese pensamiento surgió en mi mente, la voz de Seba sonó a mi lado expresando en voz alta exactamente lo que yo estaba pensando.


Solo por si acaso el momento de por sí ya no era lo suficientemente mágico, cuando me acerqué a la costa, estando parada entre esas extrañas protuberancias y mirando hacia el agua escuché unos suaves sonidos de origen claramente animal, y giré la cabeza justo a tiempo para ver una familia de cisnes acercándose. Tomé una foto a la distancia a prisa esperando que se alejaran al ver gente, pero contrario a mis pensamientos el cisne negro giró su largo cuello hacia mí y empezó a nadar exactamente hacia el punto donde yo me encontraba, seguido detrás por unos 7 cisnes blancos diminutos que aún no tenían las plumas desarrolladas y que no paraban de chillar. Podría jurar que ese cisne me miró a los ojos. No hay palabras ni imágenes que puedan describir lo maravilloso y mágico del momento, pero de todas formas aquí va una foto.


Pasado el momento glorioso la familia de cisnes fue alcanzada por el parental que faltaba, y reunida la familia completa la pareja de cisnes guió a sus críos hacía el centro de la laguna dejando atrás una sensación de confort en mi pecho que no me dejaría por el resto del día.

Atravesamos lo que quedaba del camino, que ya no era mucho, y llegamos finalmente al auto donde nos sorprendimos de que Fede y el Galle aún no hubieran retornado. Al ver la botella de agua descansando al costado del auto supusimos que habrían ido a ver a los gusanos, por lo que tomamos ese camino.
Sorpresa la nuestra cuando siguiendo voces en la distancia nos encontramos con Look, Guille, Mati, el Persa, Juli, Angie y tres amigas más en el famoso barranco embarrado camino al view point. La mitad del grupo ya estaba arriba y la otra mitad intentando subir. Allí estaba también el Galle, que nos contó que había perdido a Fede en el camino y había terminado bajando por el barranco y embarrándose hasta el caracú.
Decisiones difíciles una vez más y el grupo vuelve a separarse. Tomé la valiente decisión de guiar al grupo de los chicos por el peligroso precipicio (donde casi perdemos a Mati cuando intentó colgarse de una liana y tuvo que ser rescatado por el Guille), mientras que Jess y Seba ahora acompañados por el galle retornaron sobre sus pasos y fueron en busca de Fede.


Las cosas bajo otra luz a veces se ven muy distintas…
Una vez llegamos al claro vuelvo a sorprenderme por el paisaje. Ahora el sol empieza a ocultarse tras los árboles y el horizonte dándole un tono anaranjado a todo lo que se encuentra a nuestro alrededor. Nos encontramos un banquito, nos sentamos y mientras los chicos preparan el mate y sacan unas galletitas dejo que mi mente flote por las inmensidades del mundo pensando en nada y en todo al mismo tiempo. Las voces de los chicos suenan en el fondo de mi mente pero no escucho realmente de lo que están hablando, el mundo es demasiado grande y demasiado hermoso. Hay tanto para ver que los ojos no dan a basto. No es solo lo que se ve, es lo que se siente en el pecho, es el calor que recorre las venas a pesar de que el viento frío nos golpea el cuerpo. Los chicos ríen y sacan fotos. Yo tengo una sonrisa pintada en el alma que no hay cámara capaz de captar. Soy feliz en la plenitud del mundo. Soy yo y todo el resto, un pequeño punto insignificante pero que a la vez lo es todo. Somos un pequeño mundo dentro de un mundo que no tiene límites.


La noche se nos viene encima, corremos colina abajo llegando al río por el camino más corto posible. Guille tiene la delantera y el largo de sus piernas hace que recorra el camino en un tercio del tiempo que a mí me tomaría. En una bajada demasiado alta dos de las chicas terminan a caballito de Mati y el Persa y las risas flotan en el aire. A mí me ayuda a bajar Look y caminamos juntos el trecho que queda hasta el río, comentando lo maravillosa que es la vida.
Los chicos se quedan hipnotizados con la vista del lago y los cisnes. Mi mente indefectiblemente piensa en ‘el lago de los cisnes’ y la melodía suena en el fondo de mi mente. Yo también estoy hipnotizada. Dejo el grupo atrás y sigo el camino que bordea el agua hasta encontrar un punto perfecto para sentarme entre dos matorrales de juncos. Desde ahí observo el movimiento de los cisnes sobre el agua, que ahora son más bien sombras que se mueven sobre un fondo oscuro rojizo. El celular se me quedó sin batería y no puedo sacar más fotos, así que me dedico a guardar esas imágenes en un lugar muy preciado en mi mente. (Por suerte Jess siempre está ahí para sacarle fotos a todo)

De pronto tengo una revelación y creo saber lo que quiero hacer con mi vida. En ese momento escucho mi nombre a lo lejos, y respondo con un grito para que los chicos sigan el camino para el lado donde estoy. El primero en alcanzarme es Juli, así que caminamos charlando del paisaje y le muestro las raíces extrañas de los árboles. El resto del grupo está demasiado entusiasmado con la promesa de los glow worms y siguen camino adelante nuestro. Juli se les une y camino al fondo del grupo, dejando que las sombras me fundan con el paisaje, tratando de ser parte de ese mundo que tanto me maravilla.

Llegando al final del día, una vez reunido todo el grupo y después de esperar unos minutos a que la noche termine de cerrarse sobre nosotros, emprendemos el camino hacia lo tan esperado. Seba lleva todo el día tratando de convencerme de que lo que vamos a ver es una porquería, que son solo unas lucecitas pedorras al costado del camino, así que cuando nos internamos en la oscuridad y creo ver dos ojitos miniatura de color celeste brillante que me miran desde la pared de roca grito como una nena. Automáticamente apunto la linterna hacia ese punto y la magia desaparece. Jess me grita que apague la luz, y lo hago. En medio de la oscuridad absoluta me agarro del brazo de Seba con miedo a lo desconocido (quien me conozca sabrá que siempre me aterró la oscuridad, quien no lo sepa, tiene mi autorización para reírse de este vergonzoso hecho). La siento a Jess del otro lado agarrándose con fuerza, y Seba se ríe de nuestro infantilismo. Seguimos caminando y escuchamos al grupo que se acerca por detrás. Las exclamaciones de asombro no tardan en aparecer.
Caminamos lentamente, iluminando de a momentos el camino porque tememos caer en el arrollo que bordea el sendero. Cuando la oscuridad es absoluta, un montón de puntitos celeste brillante decoran la roca a la derecha del camino. Son montones, y mi curiosidad científica me obliga a prender la linterna y tratar de analizarlos de cerca. Lo que veo es una locura. No hay cámara capaz de captar lo que vemos, y no hay palabras para describirlo, así que espero algún día sean capaces de presenciarlo. (Mucho más tarde en casa leería al respecto y descubriría que no son gusanos, sino larvas de unas especie de mosquito sin pico que viven por unos 9 meses y utilizan la luz para atraer insectos que quedan pegados en las babas que cuelgan de las larvas).
Llegamos a la catarata y nos paramos todos en una roca en el centro y apreciamos lo que hay a nuestro alrededor. Como nos es imposible tomar una foto, lo guardamos en el recuerdo. Voy a tratar de explicarlo lo mejor posible para que la imagen que se forme en sus mentes sea lo más parecida a la realidad y lo más sorprendente posible…

Estoy parada es una roca en el centro de un claro. A mi izquierda siento el ruido del agua que golpea las rocas al caer y la luz de las estrellas apenas ilumina lo suficiente para perfilar el borde de la catarata y darme la noción de donde la misma se encuentra. Hay un montón de puntitos celestes a ambos lados de la misma. Siento que me miran. A mi derecha hay un paredón grande totalmente lleno de aquellas lucecitas que son los gusanos brillantes. Parecen un millón de estrellas, pero las verdaderas estrellas están allá arriba donde los árboles forman un claro y dejan ver el cielo. Ese cielo que ahora se convirtió en el cielo más espectacular que pude presenciar alguna vez en mi vida. Hay tantas estrellas que podría pasarme la eternidad intentando contarlas.
Arriba las estrellas en el cielo, abajo esas ‘estrellas’ que son en realidad los gusanos. Estamos completamente rodeados de puntos brillantes. El mundo irradia luz sin importar a donde mires. El agua sigue cayendo y llenándolo todo con un sonido que es música para mis oídos. Pero todo lo bueno concluye al fin, y es hora de volver a casa. Una última mirada alrededor es lo que nos queda antes de internarnos una vez más en la oscuridad del camino de regreso.

Soy de las primeras en llegar al estacionamiento ahora desierto. Alzo la mirada al cielo y agradezco a la vida por permitirme observar algo tan maravilloso. Me quedo mirando hasta que me duele el cuello y una voz me dice que es hora de subir al auto y volver a casa. No quiero dejar de mirar, pero es hora de irnos. Tengo el alma colapsada de felicidad.



Yapa: En el camino de vuelta paramos en el KFC a comer con Seba, el galle, Fede y Jess, donde se nos une Faca y comemos como pequeños cerditos.  La vida no deja de ser maravillosa


-Espero hayan disfrutado leyendo como yo disfruté escribiendo (aunque me tomó horas escribir esta entrada y me frustré un poco de a momentos). Espero también algún día puedan tener el placer de conocer este lugar que sin lugar a dudas vale la pena ser visitado.-