-Los hechos y/o
personajes de esta historia pueden haber sido ligera y no tan ligeramente
modificados, pueden no haber ocurrido exactamente como fueron relatados o no
haber ocurrido en absoluto. Esto no reduce bajo ningún punto de vista lo maravilloso
del lugar, el cuál es realmente espectacular La descripción de los paisajes es
100% fiel a la realidad.-
Llego a este punto y soy consciente en primer lugar de que
hay mucho por decir de este lugar espectacular, y en segundo lugar de que voy a
subir una cantidad considerable y quizás exagerada de fotos para que puedan al
menos sentir un poco de lo que pude ver en este lugar. O será quizás que había
demasiadas vistas espectaculares que merecen la pena ser vistas. Soy consciente
también de que esta va a ser seguramente la entrada más complicada que me ha
tocado escribir (quizás también la más larga, pero creo que valdrá la pena),
así que acá vamos, manos a la obra… o al teclado…
Un paseo a las Mc
Larren Falls
Sabiendo de antemano que íbamos a tener otro día libre
debido a un feriado, planificamos pasar el día en unas cataratas que no quedan
muy lejos de casa, las Mc Larren Falls. Nos levantamos temprano y cerca de las
11 de la mañana salimos con Fede, Jess, el Galle y Sebas (el arqui) en nuestro
hermoso Honda Accord camino a las cataratas con la promesa de grandes paisajes
durante la tarde y para la noche, el gran espectáculo de los glow worm (como el
nombre lo dice, unos gusanos que brillan en la oscuridad!).
Luego de perdernos un poco en el camino finalmente llegamos
a las tan esperadas Mc Larren Falls! Nos bajamos del auto felizmente en la primera
parada, donde nos esperaban una serie de cataratas bastante lindas… ¿lindas? Y
bueno, no se que calificativo se le da a una catarata, pero digamos que no
estaban mal.
Ahí no más el espíritu aventurero de la familia hizo mella
en Fede que quiso cruzarlas hasta el otro lado para sacarse una buena foto, y
como no puedo sentirme menos, emprendimos la mini aventura de saltar entre las
piedras e intentar no matarnos en el camino. Por suerte todo salió acorde al
plan, y acompañados por Seba llegamos al punto perfecto para una buena foto.
Satisfechos con el resultado y apurados por las primeras
gotas de lluvia volvimos sobre nuestros pasos saltando entre las piedras y
sobre las aguas correntosas y terminamos corriendo hacia el auto para
refugiarnos de la lluvia que de un momento a otro nos cayó encima. Sol, lluvia,
calor, frío. Nuestro día pasó por todos los climas de un segundo al otro. Una
vez en el auto seguimos camino hasta el siguiente estacionamiento cerca de “la
catarata” y de los gusanos fluorescentes donde nos recibió un día nuevamente
soleado y hermoso.
Y es aquí quizá donde empieza realmente la aventura. Luego
de analizar un rato el mapa, ver donde estábamos y a dónde íbamos decidimos
agarrar el camino que iba hasta la catarata primero y desviarnos después hacia
un supuesto “view point”, es decir, un lugar con una vista linda, para volver
sobre nuestros pasos e ir a ver los gusanos brillantes al final del recorrido.
Previo a que esto realmente sucediera, tuve que desviarme
por la primera vista del día que realmente me llamó la atención, así que
celular en mano (lamentablemente no tengo cámara de fotos) me dispuse a sacar
la primera buena foto del día.
Y ahora sí, empieza nuestra aventura. Una caminata que
suponíamos duraría unos 10 o 15 minutos y terminó tomándonos todo el día… Aquí
vamos!
Hora de la Aventura
Junto con Jess, Fede, el arqui y el Galle tomamos el
camino de tierra internándonos en lo que de pronto se convirtió en un paisaje
selvático lleno de verdes de todos los tonos imaginables, plantas de todos
tipos, hongos extraños y sonidos de animales y bichos que nos acosaban desde
los lados del camino.
Pasados 10 minutos de caminata llegamos a la tan esperada
catarata, un cantidad inimaginablede agua cayendo junta desde un punto alto
en la montaña, formando a sus pies una pequeña laguna que se filtraba entre las
rocas transformándose en un riacho que corría todo a lo largo del camino.
Arriba a lo lejos un claro formado entre los millones de plantas que adornaban
todo a nuestro alrededor dejando ver un pequeño pero hermoso pedazo de cielo
celeste adornado con algunas nubes grisáceas.
Una vez admirado el paisaje seguimos por el camino hacia el
view point donde luego de unos metros nos encontramos con una subida quizás
demasiado embarrada. El suelo era mayormente arcilla por lo que estaba bastante
resbaladizo. El primer valiente fue el galle, que pudo atravesar nuestro primer
obstáculo de forma eficiente y llegar hasta el otro lado. Patinadas de por
medio y un par de manos de ayuda para las damas fue que logramos llegar todos
hasta arriba… solo para caminar otros 10 metros y descubrir que el camino
estaba derrumbado adelante nuestro!! En este punto del camino nos debatimos si
seguir adelante internándonos en el traicionero bosquecillo selvático lleno de
extrañas criaturas, o si retornar por el resbaladizo barranco de barro que nos
llevaría a una patinada segura que dejaría nuestras zapatillas y traseros
completamente embarrados.
La decisión fue difícil, pero creímos que nuestra dignidad y
orgullo estaban en juego por lo que decidimos mandar a un valiente a analizar
el camino por delante. Así fue como Fede se internó en el bosquecillo
arriesgando su vida por nosotros, para retomar el camino más adelante y correr
camino arriba para averiguar lo que había más allá. Esperamos con Jess, el
galle y Sebas del otro lado del camino nerviosamente mientras los minutos
pasaban lentamente. Fede no volvía.
Gritamos su nombre, pero Fede no respondía. El tiempo seguía
pasando, el reloj seguía con su tic tac incesante y nos ponía cada vez un poco
más nerviosos. Escuchamos pasos a lo lejos, y vimos a Fede volver corriendo por
la curva por la cuál había desaparecido. Por un momento imaginé que un
dinosaurio iba a aparecer corriendo atrás suyo, pero eso nunca pasó. Con el
aliento entrecortado nos gritó desde el otro lado que teníamos que ver lo que
había más allá (bueno, quizás solo dijo que no era la vista más impresionante
del mundo pero que estaba bueno). No lo pensamos dos veces, y uno a uno fuimos
pasando por el bosquecito agarrados de ramas y plantas para no caer en el
devastador precipicio que auspiciaba una muerte segura. Llegamos del otro lado,
pero no sin perder a un fiel amigo. Me tomo en este momento un minuto de
silencio por nuestro fiel compañero Leverbush, un alemán que conocimos en el
camino y tuvo la arriesgada idea de seguirnos. Su futuro no fue tan bueno como
el nuestro, y en la arriesgada tarea de cruzar el precipicio Leverbush se patinó y lo vimos
descender en una caída devastadora. Descansa en paz amigo, siempre te
llevaremos en nuestros corazones.
….1 minuto….
Luego de un par de lágrimas y palabras de despedida por
nuestro amigo seguimos por un camino zigzagueante rodeados de más y más selva
hasta que fuimos cegados inesperadamente por la luz de un sol incandescente.
Una vez que nuestros ojos pudieron acostumbrarse a la luz, apreciamos el
paisaje más maravilloso que hubiéramos podido imaginar, verdes colinas
desplegándose hasta el horizonte, decoradas por grupos de árboles que se
elevaban intentando llegar hasta el cielo. Un cielo de un celeste brillante y
pálido al mismo tiempo, salpicado por doquier por nubes grisáceas que auguraban
nuevamente una tormenta.
Decisiones nuevamente. Volver sobre nuestros pasos o
internarnos en la pradera buscando nuevos horizontes. La respuesta fue
sencilla, y como buenos aventureros nos internamos en lo desconocido. Corrimos
colina abajo hasta llegar a una zona de acampada con un mapa que nos indicaba
que el río estaba cerca, por lo que seguimos corriendo colina abajo en busca
del mismo.
Curiosos como somos, fuimos distraídos por un cartel que
rezaba “Rotary Grove” y como buena hija de rotario tuve que tomarme el tiempo
de investigar de que se trataba, y nos encontramos con lo siguiente:
Pasado el momento cultural llegamos al río, donde el sol
pegaba con furia y fuimos sacudidos por una ola de calor que nos obligó a terminar
tirados en el pasto en maya tomando mates y comiendo galletitas. Vale aclarar
que no habíamos almorzado, por lo que estábamos famélicos y el único paquete de
galletitas desapareció tan rápido como el clima decidió volver a cambiar
drásticamente. Una nube enorme tapó el sol trayendo un frío descomunal que nos
obligó a abrigarnos con todo lo que teníamos y ponernos en movimiento. Nuestros
efímeros 10 minutos de sol fueron de todas formas maravillosos e inolvidables.
Nuevamente los dilemas. Parados frente al río nos
encontramos con la decisión de tomar el camino hacia la derecha –que nos
llevaba de vuelta al auto- o a la izquierda –que nos llevaba a lugares
desconocidos-. A esta altura ya sabrán que la decisión de estos aventureros fue
obvia. A internarse en lo desconocido!
Tomamos un camino que bordeaba el río y quedamos
boquiabiertos al admirar como los rayos de luz que se filtraban entre las nubes
de rato en rato convertían el agua en un espejo gigante decorado por árboles
anaranjados que surgían como de la nada misma.
Unos metros más adelante, aún boquiabiertos por la
espectacularidad del paisaje, llegamos a una playita miniatura de arenas
blancas acompañada de un diminuto monte verde con un único árbol, un banquito
de plaza, y un millón de patos que decoraban toda la superficie, tanto en la
tierra como en el agua. Tanto en el horizonte como en el medio de la laguna
formada por un ensanchamiento del río se encontraban más de esos peculiares
árboles anaranjados que convertían el lugar en un verdadero paraíso.
Para terminar de convertir el momento en algo mágico, se nos acercaron dos cisnes negros a los cuales les agradaban mucho las cámaras y la compañía humana, por lo que nos permitieron tomarles fotos amablemente.
Cruzando un puentecito de madera seguía el camino bordeando
el río internándose más adentro en este parque que ya tan maravillados nos
tenía.
Dimos una vuelta enorme por paisajes siempre hermosos,
pasando por una zona selvática al mejor estilo Jurasic Park donde creímos
escuchar criaturas salvajes asechándonos desde la oscuridad de la tupida selva,
para terminar una vez más en el mismo punto de antes: el puentecito frente a la
laguna de los patos. Allí mismo tuvimos una disputa dado que se nos presentaba
la encrucijada de dos caminos distintos que nos llevarían –supuestamente- al
mismo lugar de donde habíamos partido. Terminamos separándonos en dos grupos:
Fede y el galle por un lado, siguiendo un camino de pavimento, y Jess, Sebas y
yo por el otro, volviendo sobre nuestros pasos y bordeando el río hacia el otro
lado.
Desconozco las aventuras que habrán pasado los muchachos,
pero debo decir que no me arrepiento para nada de la decisión tomada. En mi
vida he visto posiblemente un paisaje tan hermoso como el que pude apreciar
retornando sobre nuestros pasos y más allá. Pasado el punto sobre el cuál nos
habíamos detenido a tomar sol momentos atrás nos encontramos con un caminito
que rodeaba la laguna un metro por encima del agua, bordeado por altos pastos,
repleto de familias de patos y cisnes que revoloteaban sobre el agua y se
zambullían.
Creería que ya nada podía sorprenderme, pero fue allí donde
un árbol de hojas anaranjadas llamó mi atención. La vista era impresionante, el
reflejo del sol sobre el agua realizando un juego de luces magnífico, las hojas
anaranjadas danzando en el viento. Pero lo que más llamó mi atención fueron las
raíces. Un grupo enorme de pequeñas protuberancias que parecían querer escapar
de la tierra hacia la superficie que me recordaron a los espíritus del bosque
de “la princesa Mononoke”. Hubiera creído que estoy loca si no fuera porque en
el momento en que ese pensamiento surgió en mi mente, la voz de Seba sonó a mi
lado expresando en voz alta exactamente lo que yo estaba pensando.
Solo por si acaso el momento de por sí ya no era lo
suficientemente mágico, cuando me acerqué a la costa, estando parada entre esas
extrañas protuberancias y mirando hacia el agua escuché unos suaves sonidos de
origen claramente animal, y giré la cabeza justo a tiempo para ver una familia
de cisnes acercándose. Tomé una foto a la distancia a prisa esperando que se
alejaran al ver gente, pero contrario a mis pensamientos el cisne negro giró su
largo cuello hacia mí y empezó a nadar exactamente hacia el punto donde yo me
encontraba, seguido detrás por unos 7 cisnes blancos diminutos que aún no
tenían las plumas desarrolladas y que no paraban de chillar. Podría jurar que
ese cisne me miró a los ojos. No hay palabras ni imágenes que puedan describir
lo maravilloso y mágico del momento, pero de todas formas aquí va una foto.
Pasado el momento glorioso la familia de cisnes fue
alcanzada por el parental que faltaba, y reunida la familia completa la pareja
de cisnes guió a sus críos hacía el centro de la laguna dejando atrás una
sensación de confort en mi pecho que no me dejaría por el resto del día.
Atravesamos lo que quedaba del camino, que ya no era mucho,
y llegamos finalmente al auto donde nos sorprendimos de que Fede y el Galle aún
no hubieran retornado. Al ver la botella de agua descansando al costado del
auto supusimos que habrían ido a ver a los gusanos, por lo que tomamos ese
camino.
Sorpresa la nuestra cuando siguiendo voces en la distancia
nos encontramos con Look, Guille, Mati, el Persa, Juli, Angie y tres amigas más
en el famoso barranco embarrado camino al view point. La mitad del grupo ya
estaba arriba y la otra mitad intentando subir. Allí estaba también el Galle,
que nos contó que había perdido a Fede en el camino y había terminado bajando
por el barranco y embarrándose hasta el caracú.
Decisiones difíciles una vez más y el grupo vuelve a
separarse. Tomé la valiente decisión de guiar al grupo de los chicos por el
peligroso precipicio (donde casi perdemos a Mati cuando intentó colgarse de una
liana y tuvo que ser rescatado por el Guille), mientras que Jess y Seba ahora
acompañados por el galle retornaron sobre sus pasos y fueron en busca de Fede.
Las cosas bajo otra luz a veces se ven muy distintas…
Una vez llegamos al claro vuelvo a sorprenderme por el
paisaje. Ahora el sol empieza a ocultarse tras los árboles y el horizonte
dándole un tono anaranjado a todo lo que se encuentra a nuestro alrededor. Nos
encontramos un banquito, nos sentamos y mientras los chicos preparan el mate y
sacan unas galletitas dejo que mi mente flote por las inmensidades del mundo
pensando en nada y en todo al mismo tiempo. Las voces de los chicos suenan en
el fondo de mi mente pero no escucho realmente de lo que están hablando, el
mundo es demasiado grande y demasiado hermoso. Hay tanto para ver que los ojos
no dan a basto. No es solo lo que se ve, es lo que se siente en el pecho, es el
calor que recorre las venas a pesar de que el viento frío nos golpea el cuerpo.
Los chicos ríen y sacan fotos. Yo tengo una sonrisa pintada en el alma que no
hay cámara capaz de captar. Soy feliz en la plenitud del mundo. Soy yo y todo
el resto, un pequeño punto insignificante pero que a la vez lo es todo. Somos
un pequeño mundo dentro de un mundo que no tiene límites.
La noche se nos viene encima, corremos colina abajo llegando
al río por el camino más corto posible. Guille tiene la delantera y el largo de
sus piernas hace que recorra el camino en un tercio del tiempo que a mí me
tomaría. En una bajada demasiado alta dos de las chicas terminan a caballito de
Mati y el Persa y las risas flotan en el aire. A mí me ayuda a bajar Look y
caminamos juntos el trecho que queda hasta el río, comentando lo maravillosa
que es la vida.
Los chicos se quedan hipnotizados con la vista del lago y
los cisnes. Mi mente indefectiblemente piensa en ‘el lago de los cisnes’ y la
melodía suena en el fondo de mi mente. Yo también estoy hipnotizada. Dejo el
grupo atrás y sigo el camino que bordea el agua hasta encontrar un punto
perfecto para sentarme entre dos matorrales de juncos. Desde ahí observo el
movimiento de los cisnes sobre el agua, que ahora son más bien sombras que se
mueven sobre un fondo oscuro rojizo. El celular se me quedó sin batería y no
puedo sacar más fotos, así que me dedico a guardar esas imágenes en un lugar
muy preciado en mi mente. (Por suerte Jess siempre está ahí para sacarle fotos a todo)
De pronto tengo una revelación y creo saber lo que
quiero hacer con mi vida. En ese momento escucho mi nombre a lo lejos, y
respondo con un grito para que los chicos sigan el camino para el lado donde
estoy. El primero en alcanzarme es Juli, así que caminamos charlando del
paisaje y le muestro las raíces extrañas de los árboles. El resto del grupo
está demasiado entusiasmado con la promesa de los glow worms y siguen camino
adelante nuestro. Juli se les une y camino al fondo del grupo, dejando que las
sombras me fundan con el paisaje, tratando de ser parte de ese mundo que tanto
me maravilla.
Llegando al final del día, una vez reunido todo el grupo y
después de esperar unos minutos a que la noche termine de cerrarse sobre
nosotros, emprendemos el camino hacia lo tan esperado. Seba lleva todo el día
tratando de convencerme de que lo que vamos a ver es una porquería, que son
solo unas lucecitas pedorras al costado del camino, así que cuando nos
internamos en la oscuridad y creo ver dos ojitos miniatura de color celeste
brillante que me miran desde la pared de roca grito como una nena.
Automáticamente apunto la linterna hacia ese punto y la magia desaparece. Jess
me grita que apague la luz, y lo hago. En medio de la oscuridad absoluta me
agarro del brazo de Seba con miedo a lo desconocido (quien me conozca sabrá que
siempre me aterró la oscuridad, quien no lo sepa, tiene mi autorización para
reírse de este vergonzoso hecho). La siento a Jess del otro lado agarrándose
con fuerza, y Seba se ríe de nuestro infantilismo. Seguimos caminando y
escuchamos al grupo que se acerca por detrás. Las exclamaciones de asombro no
tardan en aparecer.
Caminamos lentamente, iluminando de a momentos el camino
porque tememos caer en el arrollo que bordea el sendero. Cuando la oscuridad es
absoluta, un montón de puntitos celeste brillante decoran la roca a la derecha
del camino. Son montones, y mi curiosidad científica me obliga a prender la
linterna y tratar de analizarlos de cerca. Lo que veo es una locura. No hay
cámara capaz de captar lo que vemos, y no hay palabras para describirlo, así
que espero algún día sean capaces de presenciarlo. (Mucho más tarde en casa
leería al respecto y descubriría que no son gusanos, sino larvas de unas
especie de mosquito sin pico que viven por unos 9 meses y utilizan la luz para
atraer insectos que quedan pegados en las babas que cuelgan de las larvas).
Llegamos a la catarata y nos paramos todos en una roca en el
centro y apreciamos lo que hay a nuestro alrededor. Como nos es imposible tomar
una foto, lo guardamos en el recuerdo. Voy a tratar de explicarlo lo mejor
posible para que la imagen que se forme en sus mentes sea lo más parecida a la
realidad y lo más sorprendente posible…
Estoy parada es una roca en el centro de un claro. A mi
izquierda siento el ruido del agua que golpea las rocas al caer y la luz de las
estrellas apenas ilumina lo suficiente para perfilar el borde de la catarata y
darme la noción de donde la misma se encuentra. Hay un montón de puntitos
celestes a ambos lados de la misma. Siento que me miran. A mi derecha hay un
paredón grande totalmente lleno de aquellas lucecitas que son los gusanos
brillantes. Parecen un millón de estrellas, pero las verdaderas estrellas están
allá arriba donde los árboles forman un claro y dejan ver el cielo. Ese cielo
que ahora se convirtió en el cielo más espectacular que pude presenciar alguna
vez en mi vida. Hay tantas estrellas que podría pasarme la eternidad intentando
contarlas.
Arriba las estrellas en el cielo, abajo esas ‘estrellas’ que
son en realidad los gusanos. Estamos completamente rodeados de puntos
brillantes. El mundo irradia luz sin importar a donde mires. El agua sigue
cayendo y llenándolo todo con un sonido que es música para mis oídos. Pero todo
lo bueno concluye al fin, y es hora de volver a casa. Una última mirada
alrededor es lo que nos queda antes de internarnos una vez más en la oscuridad
del camino de regreso.
Soy de las primeras en llegar al estacionamiento ahora
desierto. Alzo la mirada al cielo y agradezco a la vida por permitirme observar
algo tan maravilloso. Me quedo mirando hasta que me duele el cuello y una voz
me dice que es hora de subir al auto y volver a casa. No quiero dejar de mirar,
pero es hora de irnos. Tengo el alma colapsada de felicidad.
Yapa: En el camino de vuelta paramos en el KFC a comer con
Seba, el galle, Fede y Jess, donde se nos une Faca y comemos como pequeños
cerditos. La vida no deja de ser
maravillosa
-Espero hayan
disfrutado leyendo como yo disfruté escribiendo (aunque me tomó horas escribir
esta entrada y me frustré un poco de a momentos). Espero también algún día
puedan tener el placer de conocer este lugar que sin lugar a dudas vale la pena
ser visitado.-
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