Pequeñas cosas
Aprender a apreciar las cosas pequeñas nos hace sumar
alegrías chiquitas a la vida cotidiana, que sumadas, terminan generando una
sensación de felicidad que puede perdurar por siempre si tan solo procuramos
seguir alimentando nuestro alma con aquellas pequeñas cosas.
Pequeñas cosas como la luz filtrándose entre las hojas de
las parras en un día cualquiera de trabajo.
Pequeñas cosas como un perro que nos hace compañía mientras
estamos trabajando y corretea a nuestro lado cazando los kiwis que se nos
escapan de las manos y terminan en el piso, o trayéndonos una rama para que le
juguemos un rato.
Pequeñas cosas como la risa de nuestra compañera de viaje y
de vida en una salida inesperada con amigos.
Pequeñas cosas como una comida deliciosa igualmente
inesperada al ir a visitar improvisadamente a un grupo de amigos que conocimos
por el camino. Como pasar una tarde de risas en un almuerzo tardío a las 5 pm.
Pequeñas cosas como salir a caminar y encontrarte con una de
esas plazas que tanto te gustan y esperar a que no haya niños cerca para
treparte un rato.
Pequeñas cosas como descubrir detrás de esos juegos un skate
park con un millón de niños pequeños jugando felizmente. Pequeñas cosas como
sentarte a observar el mundo y pensar en lo maravilloso que hubiera sido gozar
de una infancia con esa libertad, de lo maravilloso que podría ser criar a tus
propios hijos en un ambiente semejante.
Pequeñas cosas como ponerte a charlar con los pequeños, como
hacerte amiga de una nena de 6 años que de pronto te dice que sos su mejor
amiga por siempre y para toda la vida. Pequeñas cosas como que la nueva mini
mejor amiga de tu mejor amiga intente enseñarte a andar en monopatín y termines
tirada en el pasto riéndote a más no poder. Pequeñas cosas como una pequeña de
6 años recreando la situación en la cuál patéticamente intentaste aprender a
andar en monopatín y bajaste por una rampa con muy poco éxito.
Pequeñas cosas como ir a una ciudad nueva, encontrarte con
un parque de diversiones cerrado y sentirte como una nena de 5 años correteando
emocionada entre los juegos.
Pequeñas cosas que te alegran el corazón.
Tauranga
Nuestro paseo por Tauranga empezó en un parque donde habían
montado un pequeño parque de diversiones que tristemente para mí estaba
cerrado, así que después de recorrerlo un poco seguimos camino internándonos
más en el parque y encontrándonos con esas cosas que me encantan. Una fuente
gigante, una estatua de un huevo haciendo el haka y más juegos de plaza!!! Este
país me tiene más como una nena de 5 años de lo normal, los juegos de este país
son tan maravillosos que no dejo de sorprenderme!
Volviendo al auto disfrutamos del atardecer sobre el mar, de
las gaviotas y de la llovizna suave sobre la cara.

Un mensaje de Mana nos llevó hacia una plaza donde se
conmemoraba el 150 aniversario de la batalla de Gate Pa y la inauguración de la
ciudad o algo similar. Y como esta entrada está llena de fotos, acá van par
más. Presenciamos a una banda tocando en vivo, visitamos una iglesia, y
recorrimos una exposición de arte sobre la batalla.
Llegada la noche fuimos a la playa a hacer un fogoncito y
disfrutar de la playa durante un ratito antes de ir a dormir y retornar a la
realidad.
Cosechando kiwis…
Las cosas al fin mejoran y tenemos una semana de trabajo
casi constante. Nuestro contractor nos dice que no va a haber trabajo por unos
días, así que una amiga nos consigue trabajo en otro lugar donde terminamos
cayendo en una de las mejores orchards a las que he ido. A la hora del almuerzo
nos espera una mesita con agua caliente para prepararnos té, y a la hora de la
merienda además de eso nos espera café, leche, y un plato lleno de los scons
caseros más ricos que he probado en mi vida! Una vez se termina el plato, una
viejita –dueña de la orchard- sale de la casa con otro plato lleno para seguir
deleitándonos. Es uno de los días más felices desde que estoy en este país.
Volvemos a casa con unas sonrisas enormes disfrutando del hermoso paisaje de
regreso.
En nuestro segundo día de laburo nos toca una orchard tan
cerca de casa que tenemos la posibilidad de ir caminando. El supervisor que nos
toca tiene la mejor onda, y al día siguiente que vamos a trabajar en el mismo
lugar decidimos comprar pizas para todos que el tipo amablemente se ofrece a
pagar. Pequeñas cosas.
Los siguientes dos días son durísimos a nivel físico y
quizás también mental. A la noche hay una fiesta latina a la cuál no nos
podemos resistir a ir, por lo que después de pasar por la casa de las chicas un
rato vamos hacia el centro de Tauranga a “La Casa”. La fiesta es buena, con la
negra bailamos un buen rato y a las 3 de la mañana volvemos a casa. Nos
terminamos durmiendo a las 4 am, y a las 7 ya estamos arriba para ir a pickear
por producción. Nos toca un grupo buenísimo y combatimos contra el sueño y nos
alentamos los unos a los otros. Logramos trabajar 8 horas y ganar una cantidad
de plata más que considerable, nuestro mejor día desde que empezamos a pickear
hace ya más de un mes y medio. Desbordamos felicidad.
Volviendo a casa nos llega un mensaje de Mati invitándonos a
comer unas pizas. Cuando llegamos a casa ya nos esta esperando, me manda a
pegarme una ducha y cuando salgo vamos al super a comprar todo lo que
necesitamos. Llegamos a la casa de los pibes, me mantengo despierta lo
suficiente para preparar la masa y digo la mentira más grande de todas “Mati,
te robo la cama y vuelvo en 15 así terminamos”. Cuando me levanto la casa está
repleta de gente comiendo unas pizas que resultan estar espectaculares. Mi colaboración
termina no siendo mucha, pero no queda duda de que Mati es totalmente capaz de
hacer unas pizas excelentes por si solo, y todos están más que felices con la
comida. Otra noche para el recuerdo.
A fin de cuentas nos terminamos acostando pasada la una de
la madrugada y solo dormimos 5 horas. El día siguiente de pickeo es lo más duro
que puede existir. Luchando contra el sueño y el dolor muscular logramos
trabajar casi otras ocho horas y dar lo mejor de nosotros. Descubro que no hay
límite, que si se quiere se puede, que es una cuestión de actitud, de quererlo.
El trabajo es duro, durísimo, pero si hay voluntad para seguir adelante no hay
nada que nos detenga.
Llego a casa con la fuerza suficiente para ver el principio
de despicable me 2, de pegarme una ducha y caigo rendida en la cama a las 8 de
la noche. Me despierto a las 11pm y no logro ni cambiarme, solo atino a meterme
adentro de las sábanas y seguir durmiendo. Gracias a Dios al día siguiente
llueve y podemos dormir hasta tarde.
A la tardecita nos caen visitas (Mana, Jose, Eli y Gastón),
Faca hace tortas fritas, el galle prepara unos mates, y la vida sigue siendo
hermosa y feliz. Tenemos amigos, tenemos un millón de pequeños momentos,
pequeñas cosas. Somos plenos.
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